Beatriz Moreno Psicóloga
Amor líquido

Los seres humanos nacemos con la capacidad de amar y de crear vínculos afectivos con las personas que nos rodean. Con el paso del tiempo lo normal es que nos volvamos más selectivos con estas relaciones. Pero ¿qué ocurre cuando tendemos a “enamoramos” fácilmente de personas a quienes apenas conocemos? ¿Existe realmente el amor a primera vista? ¿O es una forma de llenar nuestras carencias afectivas?

Sabemos que las relaciones ideales no existen, pero las dinámicas saludables sí. Entre ellas, dedicar cierto tiempo a conocer a la persona con la que queremos empezar una relación. La impresión inicial está marcada, sin duda, por el aspecto físico; si alguien nos resulta atractivo, querremos ir más allá. Y entonces comienza una especie de cortejo e intercambio de información con el objetivo claro de conocer al otro.

Pero inmersos en la cultura de la inmediatez, lo queremos todo y lo queremos ya (incluso en el amor). No siempre encontramos la paciencia y el tiempo para conocer a alguien a fondo, lo que nos lleva a relaciones prematuras y precipitadas, sin una base sólida, líquidas. Siempre puede ocurrir que nos fascine tanto alguien que, en pocas semanas, estemos viviendo juntos y hasta tengamos proyectos de futuro, pero el problema surge cuando esta dinámica se convierte en la norma. 

Recientemente, Peter Jones (Profesor de Personalidad de la Universidad de Nevada) denominó emoofilia a la tendencia a enamorarse demasiado rápidamente (esto antes se conocía como «promiscuidad emocional«). Las personas altas en emoofilia a menudo no ven los rasgos tóxicos que otros podrían percibir fácilmente, por lo que corren un mayor riesgo de enamorarse de parejas tóxicas (narcisistas, psicópatas y manipuladoras) que fracasan rápidamente. Cuando esto ocurre, el círculo vicioso de codependencia se reinicia: en cuestión de días o semanas conoces a otra persona de la que te enamoras profundamente, das pie a algo más serio (de lo que realmente es) y vuelves a sufrir un desengaño (de esos que destrozan la autoestima). Aunque la emoofilia pueda confundirse con la dependencia emocional, está lejos de ser lo mismo. Mientras la segunda incluye miedo al abandono y la baja autoestima, la primera se manifiesta al comienzo de una relación y se caracteriza por lo rápido que uno se implica emocionalmente, por no dudar en dar el 100% desde el minuto cero.

¿Por qué a veces sentimos el amor de una forma tan intensa y precoz? Una respuesta podemos encontrarla en las teorías del apego, donde se explica que experiencias precoces de afecto intermitente pueden condicionar nuestras expectativas en el futuro. Cuando de niños nuestros padres alternan momentos de abandono emocional (nos ignoran, o invalidan nuestras emociones) con otros de apego muy intenso (nos sobreprotegen o nos hacen sentir culpables) aprendemos que eso es lo normal. Durante la adolescencia y la vida adulta esa dinámica afectiva se mantiene y puede trasladarse a las relaciones románticas: cuando estamos solos, nos sentimos abandonados y entregamos nuestro corazón a la primera persona que nos hace caso.

Pero más allá de encuentros como el de Cenicienta y el príncipe, iniciar una relación amorosa con un completo desconocido ha sido una práctica común en nuestra tradición. Yo misma he conocido muchas parejas que surgían de arreglos y uniones decididas por terceros (los padres de los novios normalmente). Estas dos personas ni se conocían, ni se querían, pero aún así se comprometían. Y a veces, con tiempo y mucha suerte podía surgir algún tipo de amor. Actualmente, el proceso es justo a la inversa: primero nos enamoramos, después nos conocemos.           

Aunque nos pueda parecer banal, los efectos a largo plazo del amor líquido son más que perjudiciales para nuestro bienestar psicológico. No solo tratamos de cubrir nuestras carencias afectivas con la validación ajena, sino que nos exponemos a patrones peligrosos, tal y como encontró Jones en sus investigaciones.

Dejar atrás esto implica llenar un vacío emocional que se ha ido gestando a lo largo de años, a veces durante toda una vida. Conseguirlo requiere conciencia, consciencia y ayuda profesional (casi necesariamente). Reconstruir una relación de apego sana con nosotros mismos, siendo adultos, no es un camino fácil. Implica entre otras cosas, aprender a estar a solas, que no solos. Y el momento social que vivimos tampoco ayuda. Sin tiempo (ni ganas) de escucharnos avanzamos de puntillas por la vida con sentimientos tan intensos como volátiles. Pero si nos asusta el proceso de encontrarnos con nuestras sombras ¿cómo vamos a esforzarnos en conocer las de los demás?

Créditos de imagen: upklyak / Freepik