Beatriz Moreno Psicóloga
Síndrome del domingo

Ya nos revelaba Joaquín Sabina en un verso de su preciosa canción de amor “Contigo”, que los domingos por la tarde se llevan el primer puesto al momento más odiado de la semana. Como si se tratara de un eterno retorno, donde el mundo se extingue tan solo para volver a crearse, la llegada del lunes y el comienzo de la semana pueden alterar de forma dramática nuestro estado de ánimo.

Lo que se conoce como ‘el síndrome del domingo’, no es ninguna enfermedad, sino un conjunto de síntomas muy definidos que llevaron a calificarlo de esta manera. Las causas pueden ser muy diversas. Por un lado, culturales porque se insiste en que el lunes es el peor día de la semana y esto nos afecta negativamente. También biológicas, ya que durante el fin de semana cambiamos nuestros biorritmos y rompemos las rutinas de la semana, haciendo que el lunes cueste más. Y, finalmente, psicológicas: suele ocurrirles a personas que tienen una actitud negativa hacia su trabajo o que simplemente, “sufren su trabajo”.

Anticipar situaciones temidas forma parte la naturaleza del ser humano. Cuanto más hablo con mis pacientes de esto, más difícil parece evitarlo. Es normal, ya que anticipar no es más que tratar de prepararnos emocionalmente para lo que nos asusta y aunque parezca masoquista, esto tiene sus ventajas. Nos permite prever problemas y hacer un esfuerzo activo en encontrar soluciones. Sin embargo,la latente melancolía dominical puede llegar a convertirse en el aguijón del pensamiento. Implica creerse (y padecer) nuestros propios pensamientos negativos y catastrofistas, proyectándonos en situaciones que imaginamos más duras de lo que finalmente serán.

Suele ocurrir que, desde la perspectiva del domingo por la tarde, la semana (que aún no ha empezado) nos parezca un mundo, percibiendo la llegada del próximo viernes como algo insoportablemente lejano.

En algunas corrientes psicológicas, como la logoterapia, es posible encontrar una clasificación de las neurosis. Entre ellas, la «neurosis de domingo o aburrimiento», que surge a raíz de la inactividad de las personas cuando estas tienen tiempo de hacer lo que quieren(o lo que es lo mismo: cuando tienen la posibilidad de no hacer nada). La neurosis del domingo trata también, por tanto, de una angustia existencial, de una angustia del ser. Trata de un extraño desasosiego que nos corroe y nos silba al oído los domingos por la tarde. Romper con el ritmo productivo de la semana nos ayuda a descansar, pero esa misma pausa de placer que comienza el viernes nos inunda, de pronto, con las preguntas que el ritmo loco de la semana no nos permite formularnos. Es un motivo por el que el domingo, tan propenso a la melancolía, nos hace mirar en ocasiones al lejano horizonte de un pasado confuso. El domingo por la tarde supone un forzoso paso adelante, una semana más en la que mirarse al espejo y preguntarnos si el lugar donde estamos es, en realidad, el lugar donde queremos estar.

Imagen generada por IA