Beatriz Moreno Psicóloga
Infertilidad

Nadie sabe que es infértil hasta que trata de tener un hijo. Aunque se lleve tiempo intentándolo sin conseguirlo, pocos imaginan que pueden tener un problema de fertilidad. Según la Organización Mundial de la Salud, la infertilidad es la incapacidad para concebir después de un año de mantener relaciones sexuales regulares no protegidas(WHO, 1993). Lejos de ser anecdótico, el problema de la infertilidad está adquiriendo una presencia abrumadora en la familia y la sociedad contemporáneas. Cambios sociales, culturales y económicos ayudan a explicar, al menos en parte, esta presencia. Por ejemplo, el retraso en la edad a la que se independizan los jóvenes, que a su vez conlleva un retraso en la formación de las familias y como consecuencia, una demora en la edad en la que se plantea la decisión de tener hijos; o la inclusión de la mujer en el mercado laboral, con la consiguiente demora en la intención de tener descendencia.

Como consecuencia de estos cambios, vivimos un desfase entre la “edad reproductiva biológica” y la “edad reproductiva social”, hasta el punto que esta última comienza ya cuando la biológica está en claro declive. Pese a que la edad reproductiva biológica actual de la mujer suele estar por encima de los 35 años, sólo un 22,3% del total de los casos de infertilidad es de origen femenino (disminución de la reserva ovárica, endometriosis u obstrucción tubárica), mientras que un 40%-50% de los casos es de origen masculino (menor concentración de espermatozoides, menor porcentaje de movilidad y mayor porcentaje de morfología anómala). El resto corresponde a causas mixtas o desconocidas.

Dado que las cifras de infertilidad van en aumento, tanto ciudadanos como profesionales nos vamos familiarizando con los nuevos modelos de fertilidad no natural, considerando las TRA como una opción más para ser padres: Fecundación In Vitro (FIV), Donación de esperma, óvulos o embriones.

REFLEXIONES SOBRE EL IMPACTO PSICOLÓGICO DE LA INFERTILIDAD

El ser humano nace, crece, se reproduce y muere. Quizás por la obviedad de esta premisa, existe entre nuestra especie la convicción arraigada de que “la reproducción es un proceso voluntario” y que cualquiera podemos conseguirlo de “manera natural”. Por eso, cuando decidimos que queremos ser padres y somos incapaces de lograrlo, las reacciones emocionales son intensas y diversas. En primer lugar aparece un sentimiento de sorpresa. Pero también, no poder concebir un hijo genera una gran impotencia y frustración. A menudo, supone una alteración -al menos temporal-, del proyecto de vida que teníamos definido. Afrontar las dificultades para ser padres supone la elaboración de un “duelo” de nuestras propias capacidades, el descubrimiento de limitaciones antes desconocidas y la ruptura de nuestra estabilidad hormonal y psicológica. En medio de este gran aturdimiento emocional, nos vemos obligados a hacer un replanteamiento forzado de nuestro proyecto de vida: ¿seguimos intentándolo por nuestros propios medios?, ¿conseguimos los recursos económicos para probar con la reproducción asistida? ¿Renunciamos a ser padres? ¿Adopción? ¿Acogida? ¿Gestación subrogada?

El proyecto vital de convertirnos en padres es un hecho que trasciende a lo biológico. Y aunque el propio Einstein asegurara en su día que es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, trabajo diariamente en la consulta con personas que buscan ayuda psicológica para desintegrar sus propios prejuicios frente al fuerte deseo de ser padres. Es el caso de una mujer de 32 años, recién diagnosticada de una menopausia precoz, o el de una joven pareja heterosexual católica, que lleva años esperando a que se invente un tratamiento para que las mujeres con diabetes insípida puedan gestar sin poner en riesgo su vida, o el de una mujer soltera de 45 años cuyo sueño de ser madre se vio truncado tras una histerectomía. Pese a los múltiples obstáculos y conflictos, parece que no resulta nada fácil renunciar al proyecto de ser padres.

INFERTILIDAD: UNA CRISIS EN LA PAREJA

Un punto de consenso entre los expertos de la psicología de la infertilidad es que el descubrimiento de ésta supone una situación traumática y una crisis vital importante en las personas implicadas. Para determinadas parejas, el diagnóstico de la infertilidad puede suponer el inicio de un problema que se extiende a todas las esferas de su vida, incluida su relación. Por esto, la calidad de la relación mantenida por ambos, antes del diagnóstico, es un factor que amortigua el fuerte impacto emocional asociado al mismo. Incluso, aunque los tratamientos médicos culminen con éxito, las personas que los han vivido llevan consigo a menudo un “legado traumático” que marca un antes y un después en sus vidas.

Las reacciones más comunes encontradas en las parejas infértiles son la baja autoestima, hostilidad, aislamiento social, desesperanza, depresión, ansiedad, alteraciones cognitivas e incluso ideación suicida. También culpa y miedo por una vida sexual temprana con uso de anticonceptivos y aborto anterior o postergación de la maternidad mientras se perseguían metas profesionales que comprometieron la fertilidad. Estos síntomas afectan la vida personal, pero también alteran la comunicación y hacen que disminuya el interés por la pareja. Asimismo, suele darse un empobrecimiento de la relación sexual cuando ésta adquiere un carácter meramente reproductor y se pierde espontaneidad al programar las relaciones sexuales en días concretos del ciclo. Además, afecta al proyecto de vida y puede provocar que los miembros de la pareja se replanteen seguir juntos. Pese a esto, en la infertilidad también puede aumentar la unión, el amor, el apoyo en la pareja y puede suponer una experiencia de crecimiento personal para ambos miembros.

PSICOLOGÍA EN LA INFERTILIDAD

Las reflexiones previas ponen de manifiesto que el proyecto de formar una familia resulta un tema de trascendencia vital. A veces, los esfuerzos –inútiles– por “no obsesionarnos” pueden generar aún más ansiedad y culpa, al sentir que no somos capaces de identificar lo que está dificultando el proceso.  Por esto, la orientación e intervención psicológicas nos ofrecen una oportunidad muy efectiva y valiosa para manejar adecuadamente las complejas situaciones y dilemas que atraviesan las personas que viven esta experiencia en sus vidas.

La infertilidad sigue siendo un terreno complejo y las personas afectadas demandan y utilizan el apoyo psicológico mostrando altos niveles de satisfacción. El objetivo general de la intervención psicológica es capacitar a las personas para vivir con plenitud, ayudándoles a aceptar lo inaceptable de la infertilidad, y dotando de sentido a la experiencia vivida, dentro de su marco de creencias y valores (ejemplo, la oportunidad de conocerse mejor a sí mismo). Otros objetivos específicos de la intervención podrían ser: 1) Preparación para afrontar los tratamientos médicos y sus consecuencias. 2)Reestructuración de los valores de la paternidad biológica, del autoconceptoy lassecuelas del proceso de autodevaluación. 3) Manejo y prevención de la ansiedad, depresión, culpabilización. 4) Fortalecimiento de la relación de pareja, el apoyo emocional y la relación sexual.

Pese a todo lo anterior, el reto último de un tratamiento exitoso de infertilidad no debería ser únicamente conseguir tener un hijo, sino lograr también que las personas implicadas vivan el proceso con serenidad, como una oportunidad de ejercer la paternidad propia de la madurez del ser humano pero no la única. Y para desarrollar esta función parental, el ser humano tiene diferentes posibilidades a su alcance, cuando está en condiciones de vivirla.